Xi Cheng estaba completamente humillado pero no podía decir o hacer nada en ese momento y tragó su ira al ver la espalda de Lu Qiang retirándose. —Me aseguraré de compensar toda la humillación que he recibido de ti hasta ahora y ese día será el último día de tu vida, Lu Qiang. Los ojos de Xi Cheng estaban rojos de toda la ira en su interior.
El guardaespaldas se acercó a él aunque él mismo estaba dolorido. —¿Está bien jefe?
Xi Cheng miró al guardaespaldas con una mirada llena de ira y lo abofeteó fuerte. —¡Inútil! —diciéndolo, se sentó en el auto y el guardaespaldas lo siguió.
Cuando estos tres amigos llegaron al pub, como de costumbre, fueron a la habitación privada siempre reservada a nombre de Lu Feng. Sentados dentro de la habitación, podían ver lo que sucedía en el pub, ya que estaba arriba y tenía paredes de partición de vidrio.
Llegaron las bebidas para ellos y como siempre Lu Feng restringió a Lu Feng de beber mucho. —No es para ti, Lu Qiang.