—Me atraparon y yo estaba indefensa. El chico de pelo dorado me sujetó la muñeca con fuerza, sonriendo como si yo fuera algo despreciable. Luchaba por liberar mi muñeca, pero él la sostenía tan fuerte que me hizo retorcerme de dolor. Esa habitación era un almacén y había unas viejas mesas del aula. Les pidió a los chicos que trajeran dos mesas y las colocaran en el centro.
—¡Hmm! —Estaba llorando y gritando para que me dejaran ir, ya que tenía miedo y no sabía qué planeaban hacerme esas personas. Yo era solo una niña para siquiera pensar en ello, pero podía sentir que estaba en peligro. Me pidió que me callara, pero como no le hice caso, me abofeteó. Empecé a llorar aún más fuerte y dije:
—Mi hermano estará aquí pronto, déjame ir —pero ese chico se rió aún más y dijo: