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—¿Qué intrusión? ¿A qué te refieres? —preguntó Lu Qiang.
—No más tiempo libre para ti esta noche. ¿No te atreves a salir de esta habitación ahora? —respondió Lu Feng.
—Vas a pagar por esto, Lu Feng —dijo Lu Qiang con molestia.
—Primero paga por tu pecado, luego pagaré por el mío —suspiró Lu Feng.
Lu Qiang se sintió irritado al entender el plan de Lu Feng. Justo entonces, Lu Lijun llegó con un vaso de agua en sus manos y se lo dio a Lu Qiang.
—Lu Lijun, ya estoy bien ahora. Puedes irte a tu habitación. No te preocupes —dijo Lu Qiang.
—Aunque estás bien ahora, cualquier cosa puede pasar en la noche. Así que es mejor que nos quedemos contigo —interrumpió Lu Feng—. ¿Cierto, Lu Lijun?
Lu Feng era consciente de la debilidad de Lu Qiang y esa era Lu Lijun. Todos a su alrededor sabían que Lu Qiang no haría nada contra la voluntad de Lu Lijun y nunca podría decirle que no. Cada palabra de Lu Lijun era como un mandato para él.
