Cuando el coche de Lu Qiang se alejó del lugar donde dejó a Jiang Yang y a Lu Feng, el conductor del coche preguntó —¡Jefe! Este camino está desolado. Les será difícil volver a casa. Aquí no conseguirán ningún taxi y además el transporte público es un gran dolor de cabeza.
Lu Qiang entendió lo que su conductor intentaba decir y respondió sin preocupación alguna por esos dos en su rostro —No te preocupes. Incluso si los dejara en el centro del desierto del Sahara, ambos volverían a casa sanos y salvos.
El conductor no dijo mucho después de escuchar esto. Solo respondió —Entendido jefe.
Lu Qiang entonces pensó en Jiang Yuyan y en lo que podría estar haciendo sola en un lugar nuevo. Decidió llamarla. Marcó su número pero de inmediato cortó la llamada. Decidió enviarle un mensaje ya que pensó que podría estar ocupada y su llamada podría molestarla. Le envió un mensaje.