Guardando la tira de medicamentos en el cajón, Jiang Yang recogió el pequeño despertador cuadrado de la mesita de noche y jugueteó con él, en lugar de mirar a Jiang Yuyan.
—Parece que anoche usaste los medicamentos —comentó.
Mirando a su hermano a través del espejo del tocador, ella asintió. —¡Hmm! —y desvió la mirada.
Jiang Yuyan sabía que no debería haber tomado esos medicamentos, y cuando su hermano le preguntó al respecto, se sintió bastante culpable. Cogió un hidratante para aplicárselo en la piel y escuchó a su hermano.
—¿Era necesario? —Su voz era calmada, pero se le veía preocupado y un poco decepcionado.
—Si no, entonces ¿por qué lo habría tomado? —replicó ella.
—¿Todavía te sientes asustada? —preguntó él, todavía jugueteando con el reloj de mesa.
—No, pero por si acaso... No... estabas... en... casa... así que..., —dijo ella la última frase con torpeza porque sabía que estaba mal depender siempre de su hermano.