Yang Ruqin se negó a ceder. Llamó a su hermano otra vez, pero él no contestó. Frunció el ceño e intentó hacerlo de nuevo, pero antes de que pudiera, su madre la llamó primero. Su rostro se puso visiblemente pálido al ver la foto de su madre parpadear en su teléfono. Se tragó el nudo en su garganta y miró nerviosa a Zhao Lifei.
—M-mi mamá está llamando... —susurró como si tuviera miedo de ser atrapada haciendo algo malo.
—Contesta entonces —dijo Zhao Lifei, sabiendo que cuanto más Ruqin hiciera esperar a su madre, más enfurecida se pondría la Señora Yang.
Yang Ruqin la miró nerviosa.
—¿Puedes contestarlo por mí? —El teléfono dejó de sonar. Dejó escapar un suspiro de alivio, solo para entrar en pánico otra vez cuando el contacto de su padre parpadeó.
—¡Dios mío, es mi papá! —exclamó, casi lanzando el teléfono al otro lado de la habitación.
—Solo contéstalo Ruqin, continuarán llamando si no lo haces —dijo Zhao Lifei.