Clara se dejó llevar por Gilas mientras sentía que la arrastraban de vuelta a su alcoba compartida. Mientras tanto, su pareja constantemente deslizaba sus manos por su cuerpo, haciendo que se calentara lo suficiente como para que, una vez que su espalda tocó la cama, ya estuviera húmeda y ansiosa porque él la penetrara.
—Gilas... ¿Realmente vas a hacer esto ahora? —preguntó ella débilmente.
—Como si tú no lo quisieras ya —susurró él roncamente en su cuello—. Puedo sentir tus emociones en este momento. Estás ardiendo tanto como yo ahora mismo.
Ella solo pudo asentir admitiéndolo. Realmente había dicho la verdad a la Reina Madre más temprano. Si eso significaba hacer felices a las dos personas más preciadas en su vida, entonces lo haría con gusto. Tampoco ayudaba el hecho de que realmente le gustara tanto Gilas ahora, quizás incluso más de lo que le había gustado Darío incluso en el pico de su infatuación por su Rey.
