—Estoy tan contenta de que finalmente me hayan quitado de encima esa mesa —suspiró Aurelia mientras tomaba una taza de té en una mano—. La vergüenza iba a matarme.
—Puedo entender eso. Incluso yo puedo sentirlo en mis huesos —rió débilmente Freya en señal de comprensión, su propia taza estaba delicadamente colocada en el plato que sostenía—. De verdad, él es un buen hombre, pero a veces puede ser dominante.