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Con dos días restantes antes de la boda, Darío trabajaba arduamente para asegurarse de que todo estuviera a la altura de los estándares reales. No sería apropiado que un hombre de su estatura arruinara lo único que no quería que saliera mal, y haría todo lo que estuviera en su poder para que la ceremonia fuera lo más perfecta posible para su querida pareja. No había margen de error. Y si incluso la más mínima posibilidad de fallo se mostrara, se aseguraría de aplastarla y corregirla antes de que causara algún daño que a Xen podría no gustarle.
—Mi Rey, un mensaje solo para sus ojos.
Darío parpadeó al ser sacado de sus preparativos. Mirando al mensajero, simplemente asintió antes de tomar el pedazo de papel de las manos del hombre.
—Gracias —murmuró Darío fríamente—. Puede irse.