Ha pasado un día desde la boda de Jayra con Bartos, y Freya se había encontrado atormentada por sus sentimientos hacia Gedeón durante mucho más tiempo del que habría querido.
—Esto tiene que terminar... —suspirando para sí misma, sabía que encerrarse en su habitación le hacía más mal que bien. Claro, le permitía ignorar la presión inminente que se acumulaba dentro de su pecho, pero aún era insalubre para ella continuar así. Sabía que tenía que enfrentarse a él tarde o temprano, y con su corazón sintiendo que estaba a punto de explotar por toda la incertidumbre, el coraje para decirlo en voz alta hacía que perdiera la razón.
—¡Ugh... Maldición! —sacudiendo la cabeza, Freya se levantó de su cama y se hizo presentable. Desde allí, salió de su habitación y caminó por los pasillos con un único propósito en mente.