Otra mañana ha llegado, y Xenia durmió tan extraordinariamente bien en los brazos de Darío que incluso se despertó tarde, para su disgusto.
—Realmente no me despertó, ¿eh? —murmuró con un mohín en cuanto vio que estaba sola en la cama.
Soltando un suspiro, se tomó su tiempo para mirar la alcoba de Darío. Sonrió al conseguir una bocanada del aroma de él que aún perduraba en la habitación… Bueno, en realidad era solo el olor de sus fluidos amorosos, pero aún así la hizo sonreír igual.
Rápidamente levantándose de la cama, vio la poción vacía sobre la mesa que habría ocultado su olor a su pareja, claramente usada para sus propiedades. Darío había pedido una a Jayra anoche, probablemente porque había previsto que hoy ella se despertaría tarde para echársela personalmente a él.