Xenia respiró hondo mientras miraba profundamente a los ojos de Darius. Sus seguridades podrían haber sido en parte ilusión, pero simplemente escuchar su voz había aliviado algunos de sus miedos. Era como si su mera presencia fuera más que suficiente para superar todos los problemas. Que con su pareja a su lado, incluso el mundo se inclinaría a sus pies en un intento por apaciguarlos.
—Gracias... —susurró, su mirada fija en sus ojos, pasando parcialmente a sus labios—. Siempre... Siempre has estado ahí para mí...
—Es mi derecho como tu pareja hacerlo, mi amor —susurró Darius—. Puede que haya momentos en los que no esté a tu lado, pero ten la seguridad de que siempre vendré corriendo cuando me necesites.