—Entonces no deberías dejar que nadie te toque. Y asegúrate de corregir a cualquier mujer que intente coquetear contigo, ¿de acuerdo? —murmuró Xenia en su pecho. ¿Era demasiado exigente? Ah, nunca pensó que tendría ese lado cariñoso.
—Lo haré, mi amor. No tienes que decírmelo —rió suavemente Darío—. Aunque, creo firmemente que ya dejé claro a todos que tú eres la única para mí. Mi único amor y Reina. Si aun así no reconocen mis palabras, entonces creo que realmente tendrás que luchar contra el resto y hacer que se inclinen ante ti.
Al oír su broma, Xenia lo empujó suavemente y ladeó la cabeza hacia él con un ceño fruncido. —Lo que quiero decir es como hace un rato... ¿Estabas planeando ayudar a Bella a atar ese lazo suelto de su vestido si no los hubiera interrumpido antes?
—¡Por supuesto que no! —negó firmemente Darío—. Habría pedido a un sirviente que lo hiciera por mí. ¡Jamás lo tocaría!