Darío contuvo la respiración en cuanto vio a su pareja entrar al comedor. Siendo honesto, aún se sentía como si no fuera él mismo, incluso después de haber salido de la cámara de Xen.
En verdad, con solo ver su cabello alborotado y su vestido suelto colgando de ella de esa manera cuando entró a su cámara, fue más que suficiente para volverlo loco. Se suponía que debía esperarla y caminar con ella al comedor, pero no estaba seguro de que pudiera controlarse si se quedaba más tiempo dentro de sus aposentos.
Entonces, en cambio, decidió que sería mejor que se fuera tan pronto como ella pidió algo de privacidad.
Al verla acercarse, sonrió rápidamente mientras le retiraba una silla para ella a su lado, sin prestar atención a la mirada curiosa que le daba su madre por sus acciones.
—Buenos días, Reina Madre —Xen saludó educadamente con una reverencia.
Ante el educado saludo de su pareja, la Reina Madre sonrió y le hizo señas para que caminara hacia su asiento.