Despertarse por la mañana siempre era la peor empresa posible por la que cualquiera podría pasar. Por supuesto, ese no siempre era el caso de Xenia.
Eso fue, hasta que, se despertó con la peor resaca que jamás había tenido en su vida.
—Ugh… ¿Qué pasó… —Xenia sacudió la cabeza con dolor mientras se sentaba débilmente en su cama. La noche anterior era una completa nebulosa para ella. Recordaba sentirse ebria, y recordaba haber hablado con alguien que sentía como su nueva mejor amiga.
—¿Qué demonios… —Al mirar alrededor, estaba de vuelta en sus aposentos. Su vestido estaba prácticamente caído de sus hombros, y había una cantidad sospechosa de toallas a su lado. Se preguntaba qué ameritaba su presencia.
—U-Ugh… Mi cabeza… —La princesa se deslizó ligeramente hacia el borde de su cama, la brillante luz del sol matutino dificultaba su enfoque mientras sus sienes palpitaban de dolor. ¿Qué en el mundo la había poseído para beber tanto?