—Tu mano está fría —susurró Darío en su oído, provocándole la misma sensación de hormigueo que era más que suficiente para superar el frío en su cuerpo y convertirlo en calor.
Xenia solo pudo quedarse inmóvil mientras Darío sostenía firmemente su mano sin importarle las miradas a su alrededor mientras mantenía su cercanía. A pesar de esto, Xenia hizo lo posible por no mostrar su nerviosismo mientras daba una apariencia confiada como la Princesa de Ebodía.
Ella dejó que él la guiara hacia su asiento y se sorprendió bastante al descubrir que se sentaría detrás de él sin siquiera una pulgada de espacio que los separara. Ella lo miró, y de alguna manera, algo dentro de ella se removió al ver cómo parecía abrumado.
—Todos, por favor, conozcan a mi pareja; la Princesa Xenia de Ebodía, su futura Reina —declaró Darío.