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—¿Por qué enviarían a este mocoso en vez de a otro oficial? —murmuró Gedeón para sí mismo mientras se acercaba a la tienda—. Esto va a ser un dolor de cabeza...
Estaba a punto de entrar en la tienda cuando la Princesa Ezme salió de repente, mirándolo con un ojo altivo mientras él se detenía frente a ella.
—Puedo oler tu pestilencia desde mi habitación, así que permíteme ahorrarte el tiempo de entrar a mi tienda y encontrarte aquí —sopló Ezme.
Gedeón sacudió la cabeza con una sonrisa. Hizo una leve reverencia a Ezme y la saludó:
—Bienvenida a tu nuevo patio de juegos, milady.
Ezme resopló una vez más. Con un puchero, murmuró:
—Escuché que la pareja de tu rey se desmayó durante los ritos de entierro. ¡Ja! No es digna de ser su pareja si es tan débil. La muerte es inevitable en una guerra, y mostrar su debilidad frente a su pueblo de esa manera es simplemente patético.