Xenia no podía evitar sentirse emocionada al divisar la Mansión Grant asomándose por el bosque frente a ellos. A pesar de algunos retrasos debido a sus repentinos antojos y las ocasionales sobrerreacciones de Darío, finalmente llegaron a su destino sin mucho alboroto.
Ciertamente, empezaba a sentirse mal por la cantidad de comida que su cuerpo parecía querer que ingiriera, pero su esposo logró proveer para ella sin dejar su caravana desprovista de su suministro de alimentos... lo que era algo así como un milagro considerando que casi logró comerse una mesa entera llena de comida esa vez.
—Finalmente estamos aquí —Darío sonrió a su lado dentro del carruaje que ahora utilizaban—. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que estuve aquí.
—¿De verdad? —ella preguntó curiosamente.