Calipso abrió los ojos lentamente, sus pestañas aleteando tiernamente al ver la figura familiar que acababa de entrar a la taberna. Demonios, podía reconocerla sin importar cómo luciera con solo su aroma único... La muy distante pareja suya... Aurelia Everett. Una mujer que era como un misterio para él; una que era tan complicada y difícil de descifrar que casi parecía un rompecabezas para él.
—Necesitamos un enfoque diferente. Esta vez, deberías escucharme más atentamente —Axel le recordó—. ¡O si no, podríamos perderla por tu idiotez...!
Calipso rió ante la preocupación de su lobo por ser rechazado por su pareja en este momento. —Soy yo, Calipso, así que siéntate y relájate, Axel —afirmó con confianza—. Sé qué hacer en esta situación, y te prometo que nuestra pareja no se nos escapará esta vez...