—El cuerpo de Jayra temblaba de placer ante el familiar tacto de su esposo y los besos que recorrían su cuerpo. Habían hecho cosas íntimas el uno con el otro incontables veces hasta ahora, pero ese sentimiento de anhelo y una gran necesidad mutua nunca desaparecía.
Su corazón seguía latiendo fuerte por él, y su cuerpo se estremecía con fuerza por las sensaciones que se arrastraban por su piel. Su cálida lengua y labios eran tan buenos que sentía que se quedaría sin aliento si seguía conteniendo la respiración con cada movimiento de sus manos.
Y aún así, él estaba en ello de nuevo, devorándola cruda mientras se sumergía profundamente entre sus piernas. Afortunadamente, ya se estaba acostumbrando a dormir sin ropa interior, porque se sentía mal cada vez que Bartos simplemente las rasgaba sin pensar. Era un desperdicio de buena ropa interior y realmente no quería seguir encargando que hicieran más.