—Te culpo por esto, ya sabes —murmuró Xenia sin mucho entusiasmo mientras se colocaba su vestido de forma descuidada—. ¿Qué pensarán tus ciudadanos cuando vean a su potencial reina luciendo como si acabara de pasar por una trituradora?
El silencio de Darío casi la hizo enojarse de verdad mientras lanzaba apresuradamente un hechizo sobre ambos para enmascarar su olor. Pensar que él no se disculpaba por todo esto era tanto irritante como extrañamente excitante.
—¿Darío? Estoy hablando —suspiró ella—. Sé que te gusta cuando me desmayo de puro placer, pero al menos esfuérzate en hacerme presentable como tu potencial reina.
—Si ese era el objetivo, entonces ya estás más que lista —respondió Darío con calma.
—¿Qué?
Al darse la vuelta, Xenia casi suelta una risita traidora al ver la sonrisa autosatisfecha adornando el rostro de su pareja.