—Se siente tan bien, mi amor —tarareaba Darío—. Eres tan perfecta para mí...
Se estaba volviendo loca. Cada embestida profunda de él simplemente hacía que su mente se deshilachara, y sabía que nunca terminaría. No había manera de que Darío se detuviera ahora, no cuando cada vez que se hundía y cerraba sus cuerpos, su cintura temblaba por sí sola y apretaba su longitud como si demandara aún más de él.
Y justo cuando no podía soportar más el calor y la estimulación, sintió otra ola de placer abrumador saliendo de su cuerpo. Sin embargo, esta vez, mientras su cuerpo convulsionaba debajo de él, escuchó a Darío gemir fuerte mientras se enterraba profundamente dentro de ella. Un áspero exhalo salió de sus labios, y ella sintió algo tibio extenderse en lo profundo de su vientre.