Cuando llegó la mañana y Lucy abrió los ojos, se alegró de que las cortinas no hubieran sido descorridas ya que sus ojos se sentían débiles contra los rayos del sol.
—Milady, está despierta —apareció una criada en la habitación.
—¿Está el sol inusualmente brillante hoy o solo soy yo la que se siente así? —preguntó Lucy a la criada mientras se sentaba y sentía que su cabeza daba vueltas. Era como si alguien hubiera atado una roca en la parte superior de su cabeza.
La criada había traído té a la habitación para que Lucy bebiera, y lo colocó en la mesa de noche —Ah, es lo mismo de siempre, milady. ¿Le gustaría mantener las cortinas cerradas? —preguntó la criada.
—No, está bien —dijo Lucy antes de estremecerse por la luz del sol. Sentía como si el camino al cielo se hubiera abierto para ella y la estuviera recibiendo.
—¿Está bien, milady? Si le gustaría descansar un poco más en la cama, se lo haré saber al Rey y a los demás —dijo la criada con preocupación en su voz.