Al oír que las puertas de la sala se cerraban, Morganna que hasta entonces se había comportado como si hubiese perdido la conciencia, lentamente abrió los ojos, asegurándose de que no hubiera nadie en la sala. Apartó la manta y se sentó al borde de la cama. Tenía que deshacerse de Selene lejos del castillo en ese mismo instante.
Preparándose para llamar a un sirviente, abrió los labios pero en su lugar, alguien se le adelantó.
—¿Cómo te sientes ahora, abuela? —preguntó Calhoun, haciendo que ella saltara del susto. Giró la cabeza para ver a Calhoun saliendo de las sombras.
—¿Cómo te atreves a quedarte en mi habitación? Sal de aquí ahora mismo —Morganna amenazó en tono bajo.
Calhoun hizo un gesto de desaprobación, el sonido de su lengua chasqueando en su boca, —Tanto enojo, no es bueno para ti, especialmente a tu edad. Déjame traerte un vaso de agua —le sonrió ella.
—Todo lo que necesito hacer es lastimarme y culparte de cómo has estado intentando atacarme —ella lo miró fijamente.