La misma noche, mientras una persona yacía en la cama pensando en la chica que lo había besado, en el otro lado del castillo, esa misma chica soñaba con lo que su corazón anhelaba. No había una sonrisa en los labios de Lucy mientras soñaba con Theodore allí, pero su corazón latía fuertemente en su pecho.
Lucy corría por el bosque, sus pies descalzos sin los zapatos que a menudo la restringían. Colocaba un pie tras otro sobre la suave hierba, sintiendo la ligera humedad de las gotas de rocío que se habían formado en las hojas de la hierba. Qué extraño, pensó Lucy para sí misma. Ni siquiera era mañana ya que el cielo estaba oscuro, pero aún así podía sentir que el suelo estaba húmedo.
Su corazón continuaba latiendo más rápido y, antes de que pudiera alejarse corriendo, una mano se envolvió alrededor de su cintura, levantándola y haciéndola chillar de sorpresa.
—Te atrapé —fueron las palabras que susurraron junto al borde de su oreja.