Lucy no sabía qué esperaba en su corazón. No solo se estaba haciendo daño a sí misma, sino que también le causaría daño a Theodore si alguien lo viera cerca de su habitación.
—Has hecho mucho por mí, trayéndome sangre y haciéndome compañía cuando he estado encerrada. Pero creo que tales cosas deben detenerse y necesito dejar de depender de la gente. La última vez que dependí de alguien... esa persona... —Lucy no pudo completar sus palabras mientras se le hacía un nudo en la garganta al pensar en lo que le sucedió a Nana. Si pudiera retroceder el tiempo, de alguna manera, lo arreglaría y se aseguraría de que la mujer todavía estuviera viva.
Una cálida gota de lágrima se deslizó de su ojo, y antes de que pudiera alejarse de él girando la espalda, Theodore tomó su brazo y la atrajo hacia él.