Cuando llegó el día de la velada, Calhoun llegó a la mansión que pertenecía a uno de los ministros para vigilar a Helena, sentado en la habitación y conversando con la gente mientras observaba los rostros familiares de las personas que trabajaban para su padre.
—Esperaba verte aquí —dijo la voz de la mujer, y Calhoun se giró para encontrar a Helena frente a él.
—¿Había algo de lo que necesitabas hablar conmigo, Lady Helena? —preguntó él.
—Me preguntaba qué piensas sobre unirte a la Casa Alta. Aún no eres el Rey y sería valioso contar con un hombre inteligente como tú con nosotros —afirmó Helena.
Calhoun le ofreció una sonrisa a la mujer —No creo que a mi padre le complaciera si escuchara que me estás ofreciendo un puesto en algo a lo que él se opone —se escapó una pequeña risa de sus labios.
—Piénsalo. Estoy segura de que con las injusticias que has enfrentado en tu propia vida, podrás tomar decisiones adecuadas en la organización —dijo Helena.