—Tienes una imaginación salvaje, Rosa —se rió Morganna—. Lucy no es una niña, y ella sabe que no debe tener esos pensamientos hacia los sirvientes. Su institutriz me ha estado informando sobre su progreso, y ha mejorado mucho bajo su guía. En unos días, haremos que Lucy conozca a sus pretendientes. Deberías preocuparte por tu hija Sofía, Rosa, en vez de preocuparte por Lucy. Ella no es la que me tiró agua en la reunión.
El rostro de Rosamunda se puso rojo al escuchar esto y le falló responder de inmediato.
—Yo la estoy enseñando, madre. Sus castigos siempre son oportunos cuando los necesita para que no lo repita —respondió Rosamunda.
—Más vale. Lo último que necesito es ser humillada por mi propia sangre —la Reina Morganna dejó escapar un suspiro cansado de sus labios.
Cuando se acercaba la hora de la cena, Lucy entró en la habitación, y lo primero que notó fue la ausencia de Theodore, junto con Calhoun y su padre.
Sin poder preguntar directamente, Lucy preguntó: