Recomendación Musical: Windmills de Ludwig Goransson.
Era evidente que Calhoun no era una persona ordinaria y su linaje era más fuerte de lo que parecía a simple vista.
Para cuando Calhoun había cerrado la tapa del ataúd de cemento para que su madre descansara, el crepúsculo ya había pasado y la noche se había apoderado del cielo.
El hogar ya no era un hogar, y en su lugar, no era más que un espacio lleno de nada más que recuerdos. Sin querer regresar, Calhoun ahora estaba sentado en uno de los techos de los edificios en el pueblo que pertenecía a Madame Fraunces. La luna creciente iluminaba las tierras de Devon mientras algunas partes permanecían en la oscuridad. Era la medianoche, y el pueblo estaba tranquilo sin un sonido de carruaje ni un canto de pájaro ni el murmullo de la gente.