Madeline sintió un dolor repentino que le bajaba del corazón, y al mirar su pecho notó la sangre que continuaba goteando. Colocó su mano en el pecho, pero el sangrado no se detenía.
—Aunque tengas la sangre del demonio y un ángel corriendo por tus venas, necesitas recordar que aún eres una persona que nació en el mundo de los vivos —Darian la reprendió. Sus alas batían detrás de él, manteniéndolo en el aire y lejos de ella—. Todo lo que necesito hacer es desangrarte hasta la muerte, que es lo que ya está sucediendo —la miró fijamente.
Y mientras decía esto, su visión comenzó a oscurecerse y volvía cada pocos segundos.
—¿Cómo te sientes, Madeline? —Cuando Madeline abrió los ojos, Darian ya no estaba en el cielo. En vez de eso, estaba justo detrás de ella. Antes de que Madeline pudiera reaccionar, su reflejo se había vuelto lento y Darian la lanzó desde donde estaba junto al árbol, y ella cayó con un golpe sordo.