La mano de Madeline se alzó, y tocó el frío cristal del Halo que estaba sobre su cabeza. Le tomó un tiempo dejar que los pensamientos sobre su muerte se asentaran en su cabeza. Intentó recordar, pero su mente no le permitía recolectar ningún recuerdo, y a cambio, le dio nada más que vacío.
—¿Todo está bien? —preguntó Gabriel, quien la asistía ya que era nueva.
Madeline sonrió. —Sí —respondió.
Entonces Gabriel dijo:
—Aquí, como puedes ver, encontrarás a tus compañeros ángeles que han venido a vivir en el Cielo. La paz y tranquilidad que has estado buscando, la encontrarás aquí.
—Gracias por traerme aquí, Gabriel —le agradeció, y él le ofreció un asentimiento con la cabeza—. Me pregunto si la gente estará triste por mi muerte. No querría que estuvieran tristes.