—¡Ahhh! ¡Maestro, ayuda! —Odin gritó, agitando sus manos en el aire mientras era revuelto en el gran pote de hierro líquido que había en él—. ¡Maestro! —El sirviente no sabía qué hacer más que suplicarle a su Maestro, quien lo había puesto en el pote, después de descubrir lo que había hecho.
Un demonio se paró detrás del pote, que lucía como un trol. El trol era alto con un rostro deformado, sonriendo hacia Odin, quien parecía un frágil vegetal lanzado en un pote de cocina para añadirle sabor. Era raro ver a Odin siendo castigado ya que era el favorito entre todos los demonios y vampiros que estaban en el Infierno, y era placentero tener a Odin castigado.
Vladimir se encontraba no muy lejos del lugar donde Odin se estaba convirtiendo en el ingrediente principal de la sopa de hierro.
—Odin, ¿quién te dijo que abrieras el portal para Calhoun y los demás? —preguntó Vladimir con voz tranquila, mirando sus uñas que necesitaban ser afiladas.