—¿Dijo algo el diablo? —preguntó Beth.
Madeline negó con la cabeza. —No lo hemos visto desde aquel día en el bosque —Si tan solo Vladimir hubiera accedido a ayudarles sin ningún trato, pensó para sí misma. No eran solo los ángeles sino también el diablo el que estaba siendo difícil.
—Ya veo —murmuró Beth—. ¿Qué le pasó a Paschar? —Con su mente consumida por el asesinato que había cometido con sus propias manos, Beth no había encontrado el momento de preguntarle a Madeline qué había pasado.
—Por ahora parecen haber desaparecido como los demonios y los ángeles caídos —respondió Madeline—. Al menos eso es lo que ella creía.
—Maddie... Sé que dije que me quedaría aquí contigo por un tiempo, pero creo que es hora de que me vaya —le dijo Beth—. No al lugar donde están mamá y papá porque no quiero poner sus vidas en peligro por mi culpa.
Madeline frunció el ceño al oír esto. —¿Entonces a dónde irías?