Madeline se negó a creer que Lucy estaba muerta. Hace unos segundos aún estaba viva, hablando con ella, y ahora lucía sin vida. Más lágrimas caían por sus mejillas. Agarró la mano de Lucy con la suya, su visión se volvió borrosa por las lágrimas que se habían acumulado en sus ojos marrones antes de caer. Sus manos estaban cubiertas de su sangre y de la de Lucy, y se sentía terrible por no haber podido evitarlo.
Ni en sus sueños había imaginado que Samuel pertenecía al grupo de demonios y ángeles caídos que intentaban llegar a ella. Fue solo esta mañana que vio la cara de Lucy sonriéndole amablemente, pero ahora la misma cara tenía sangre en ella.
Samuel, que había sacado el carámbano de su espalda, se giró en la dirección donde Madeline estaba sentada en el suelo, sosteniendo la mano de Lucy. —Es una sorpresa que haya durado tanto. Me aseguré de retorcer sus músculos en los lugares correctos para que pudiera sentir cada dolor mientras su vida abandonaba su cuerpo.