—¡Cómo te atreves, niña insolente! —pero esas fueron las últimas palabras de la mujer.
Madeline no sabía si el hombre lobo la había escuchado o si había actuado por su propio instinto cuando se abalanzó sobre su abuela antes de empezar a despedazarla miembro por miembro. Ella no miró la sangre que seguía goteando en el suelo, tiñendo de rojo las hojas alrededor de donde estaban el hombre lobo y su abuela. Pero sí oyó el sonido de los desgarros y los gruñidos.
Cuando Madeline escuchó el aleteo en el cielo, vio que era Calhoun quien rápidamente descendió. Al mismo tiempo, el hombre lobo que estaba ocupado desmantelando a su abuela soltó el cuerpo y se volvió para mirarla durante largos segundos. James, pensó Madeline para sí misma mientras él la miraba y ella notó que sus ojos habían cambiado de color de amarillo a marrón. Volviéndose, el hombre lobo se alejó saltando del lugar.