Madeline se encontraba detrás del divisor de madera, vistiendo su vestido de boda en la sala privada del Rey para verificar las medidas del vestido. Con menos de once días para la boda, tenían que asegurarse de que todo respecto al vestido de novia estuviera terminado, y si hacía falta alguna modificación, se realizaría de inmediato antes de que el vestido encontrara su lugar en el castillo.
Primero se puso la enagua interior y sobre ella, el vestido. Las mangas le llegaban hasta las muñecas y el escote de su vestido tenía forma de medialuna. La espalda del vestido bajaba en forma de V hasta la mitad de su espalda para abotonarse.
—¿Qué le parece, milady? —preguntó la asistente que se encontraba frente a ella con una expresión de asombro en su rostro.
—Es encantador —respondió Madeline, moviéndose hacia el espejo que no estaba demasiado lejos del divisor para poder mirarse—. Es hermoso —murmuró, pasando sus manos sobre el tejido del vestido que estaba hecho de seda.