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Cuando llegó la mañana siguiente, tal como Madeline había pedido a Calhoun, ambos estaban sentados en los extremos opuestos de la larga mesa. Los sirvientes que habían venido a servir no pudieron evitar tener una mirada interrogativa ante el cambio en los asientos porque todos estos días, la dama había estado sentada justo al lado del Rey.
Fue Madeline quien lo había pedido, pero dado que las criadas iban y venían de un extremo de la mesa al otro, no podía evitar sentirse incómoda al respecto. Ella había pensado que se sentiría mejor, donde no tendría que mirarlo de cerca o donde él no podría tocarla, pero había dificultado la tarea de los sirvientes. Sin olvidar que Calhoun todavía estaba visible para ella ya que estaba sentado frente a ella, disfrutando de su comida.
—Buenos días, mi Rey —escuchó la voz de Theodore desde la puerta, quien entró para hablar. Cuando posó sus ojos en Calhoun y no encontró a la dama cerca, se giró solo para encontrarla sentada al otro lado.