Las llamas que se movían y quemaban el bosque se reflejaban en los ojos de Calhoun con la misma intensidad. Él abrió la nota de nuevo, la cual había arrugado después de leer su contenido. Acercándose a la chimenea, se sentó sobre sus talones. Pasó el dedo sobre la escritura, que no era la misma que la letra que el sastre había traído al castillo.
El papel decía:
—No pienses en nosotros. Haz lo que sea mejor para ti, si necesitas irte, corre.
Calhoun continuó mirando las palabras, sus labios finalmente se curvaron en una sonrisa. Se rió: