Madeline estaba tan cerca que podía ver a su padre. Quería ir y hablar con él, preguntarle si estaba bien y quería ver a su madre y a su hermana. Cuando estaban en el carruaje, eso es lo que pensaba que iba a hacer, por eso miraba a Calhoun con sus cejas fruncidas.
—Voy a volver. No escaparé, y tú estás aquí —razonó. Finalmente habían llegado aquí, por eso no entendía por qué solo le permitía ver a su padre de lejos para solo llevarla de vuelta al castillo.
Una sonrisa se dibujó en los labios de Calhoun.
—Mi dulce niña —dijo, levantando su mano para tocar su rostro, pero Madeline se alejó de él—. Esta es la razón.
—No entiendo tu razón —respondió Madeline porque realmente no la entendía.
—Es como nosotros, querida. Tú estás conmigo, y yo no he hecho nada más que observarte —explicó con voz tranquila.
—¡Eso es mentira! ¡Me has tocado! —exclamó Madeline para escuchar a Calhoun regañarla.