Madeline estaba frenética buscando la liga, ya que era una posesión íntima de cualquier dama y dejarla caer para que fuera encontrada por otra persona era embarazoso. Desde que se dio cuenta de que faltaba, había estado tratando de pensar dónde podría haberla dejado caer, pero quién sabía que la tenía Calhoun.
Sus ojos marrones se posaron en Sofía, quien estaba ocupada mirando las pinturas, y Madeline volvió a mirar a los ojos de Calhoun, llenos de diversión. Tragando suavemente, le preguntó:
—¿Q-quieres decir q-que la tienes?— era difícil mantener la cabeza en su lugar con la idea de que la pieza de tela estaba ahora en su posesión.
—¿Eso? —preguntó Calhoun, dispuesto a retorcerla con sus palabras mientras disfrutaba viendo esos labios rosados tartamudear palabras.