Los ojos de Jennine habían vuelto a ser color avellana, y Beth no estaba segura de si estaba viendo un fantasma. ¡No había forma de que Jennine estuviera viva! La pequeña niña había muerto cuando ella y Madeline eran pequeñas, ¡y no había forma de que pudiera haber crecido tanto! Pero al mismo tiempo, su memoria no solo traía a la niña muerta, sino también a su hermana que tenía las manos cubiertas de sangre.
—Esperaba que fueras a encontrarte conmigo en mi tumba, pero me olvidaste, Beth. Yo era tu querida amiga, ¿no es así? —preguntó la mujer. Aunque el clima estaba frío, Beth pudo sentir sudor formándose en su espalda por los nervios. Sentía su cabeza apretándose con fuerza debido a los abrumadores recuerdos.
—T-tú no puedes estar viva —Beth no creía en fantasmas. ¿Estaba siendo acechada por la nada? ¿Y estaba imaginando cosas?