La cara de Lachlan Blaize se contorsionó en un ceño fruncido mientras confrontaba a su padre, buscando respuestas a las decisiones que habían ocurrido. —¿Entonces, aceptaste su propuesta? —preguntó.
Su padre, el patriarca, replicó con un tono áspero, sus palabras goteando de sarcasmo. —¿Esperabas que me negara? —se burló, su mirada penetrando a Lachlan. —¿Tenías la impresión de que la iba a echar? ¿He criado realmente a un hijo tan obtuso?
La paciencia de Lachlan se agotaba, su frustración emergiendo a la superficie. —¡Deja de llamarme estúpido! —espetó.
El patriarca aprovechó la oportunidad para profundizar en el tumulto, su tono acusatorio resurgiendo. —¡Ah, ahí estás! ¡Sabía que estabas involucrado! ¿Todo esto es por la mujer que trajiste a casa? —bramó, sus ojos llameantes de ira.
—¡Padre, esto no tiene nada que ver con Josefina! —razonó Lachlan, intentando desesperadamente disipar la creciente tensión.