Qin Yan y Xi Ting fueron conducidos entonces a una mesa enclavada en un rincón apartado, ofreciendo privacidad en medio del ambiente animado. Un inmaculado mantel blanco cubría la mesa, adornado con velas parpadeantes en delicados portavelas de cristal. Un pequeño ramo de fragantes rosas engalanaba el centro, sus pétalos insinuando el romance que permanecía en el aire.
Tomando asiento, la pareja se acomodó en las mullidas sillas tapizadas, sintiendo una sensación de anticipación crecer. El sommelier se acercó con una extensa carta de vinos, ofreciendo orientación y recomendaciones para asegurar el maridaje perfecto para su comida.
Tras una consideración cuidadosa, Xi Ting decidió deleitarse con una copa de fino champán, cuya efervescencia cosquilleaba los sentidos de la pareja.
Mientras hacían sonar sus copas, un sutil brindis marcó el inicio de una noche romántica. El sommelier sugirió expertamente un maridaje de vinos encantador que realzaría los sabores de cada plato.