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—¡Tengo una invitación, qué derecho tienen ustedes de actuar así! —Qin Yicheng comenzó a gritar inmediatamente.
Pero todo lo que podía hacer era gritar fuerte ya que realmente no podía permitirse ofender a Yan Jingheng.
En ese momento, otros dos guardias de seguridad también se dirigieron hacia la mesa de Qin Muran.
—¿Por qué tu papá aún no ha llegado? —Lu Yaran miraba alrededor buscando a Qin Yicheng.
—Debe ser ese Qin Yan que se rehúsa a escuchar —ya que había bastantes personas sentadas en su mesa, no podía hablar sin restricciones y por eso bajó la voz—. ¿Quién sabe qué método usó esta vez, debe haber sido difícil para ella llegar a este banquete, cómo podría acceder a irse tan fácilmente?
—Señora Qin, Señorita Qin —En ese instante, Suo Wei trajo a dos guardias de seguridad.