Con los ojos inyectados en sangre y el rostro lleno de lágrimas, María levantó la vista hacia la pantalla donde estaban sus dos padres irreconocibles.
Decir que estaban en mal estado sería quedarse corto.
En las últimas horas, el hombre enmascarado había desollado a Erika viva, dejándola sin piel en la mayor parte de su cuerpo. Encima de eso, tenía numerosos agujeros en su carne tan profundos que llegaban al hueso.
Había perdido tanta sangre que parecía una cáscara de lo que alguna vez fue. Su respiración era débil, y su mente se había colapsado hace tiempo. A este punto, apenas podía ser considerada una persona.
Del otro lado, Caín...
María sentía que podría vomitar solo con mirar su apariencia, y no era la única que se sentía así.
Él era el epítome de la tortura psicológica.
El enmascarado no lo tocó, así que su cuerpo físico estaba en perfecto estado; sin embargo, todo lo que el enmascarado le había quitado a Erika se lo colocó a él.
