La tensión se prolongaba, y la mirada de Yan Chun Hua se volvía más fría, aunque no dijo nada. Su mano se apretaba en torno a su vaso, la suave superficie del vino temblaba levemente bajo su agarre.
Yan Ming carraspeó, rompiendo la tensión. —Este no es el lugar para esta discusión. Hablen de ello más tarde.
Pero Yan Chun Hua no estaba lista para dejarlo pasar. —No —dijo suavemente, pero el veneno en sus palabras era innegable—. El problema no es contigo, hermano Ming. Es con Meixiu, pensando que puede ir bailoteando por ahí, haciéndose amiga de las mismas personas que intentaron arruinarme. Así no es como funcionan las cosas.
La paciencia de Yan Meixiu se agotaba. —Estás exagerando, Chun Hua —dijo, su tono mordaz pero controlado.
Quería decir más, pero se contuvo.
Normalmente, en las cenas familiares, después de que su hermano preguntara por su vida, la conversación se desviaba a otros temas, y ella podía continuar comiendo en silencio hasta que todo acabara.