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Era su rutina diaria además de su adoración matutina.
Yu Holea usó su talismán de teleportación para teletransportarse directamente a la habitación del hospital.
Además de la cama de Qiao Jun en la que yacía Qiao Jun, un sofá y algunas necesidades, no había ninguna otra persona o cosa presente en la habitación.
Yu Holea tomó asiento junto a Qiao Jun y lentamente usó su mano para sostener la de él.
—He comenzado con mi plan de venganza y no te preocupes, no resentiré a la diosa, tal como me pediste —dijo ella.
Mirando a Qiao Jun, quien yacía en paz como si estuviera durmiendo, Yu Holea acarició el rostro de Qiao Jun y dijo:
—Jun... Hermano Jun, dijiste que mientras yo escuche tus palabras, volverás... ¿entonces por qué aún no has vuelto? ¿Estás tratando de engañarme? ¡Eres tan malvado! Sin embargo... no te preocupes, no dejaré de gustarte solo por eso.