Una voz melodiosa anunció:
—Felicidades, Despertadora Yu Holea, tu arduo trabajo ha dado sus frutos y ahora te has convertido en candidata para la Ciudad de la Diosa.
La luz dorada la envolvió, levantándola del suelo y transportándola a un reino del cual solo había oído en leyendas.
La transición fue suave, casi como un sueño, y Yu Holea sintió una extraña combinación de exaltación y temor al cruzar al reino de la Ciudad de la Diosa.
Cuando la luz finalmente se desvaneció, Yu Holea se encontró de pie en las puertas de una ciudad magnífica.
Altas torres y arquitectura intrincada la saludaron, cuya belleza y grandiosidad superaban con creces todo lo que había visto antes.
El aire estaba lleno de una sensación de poder y misticismo, un recordatorio tangible del lugar extraordinario al que había entrado.
Por un momento Yu Holea pensó que estaba soñando, pero al pellizcarse supo que no era un sueño.