Yu Holea le dio una sonrisa tranquilizadora.
—Sí, soy yo. Debe ser el señor Lin. Gracias por venir a recogerme.
Los ojos del señor Lin se abrieron de sorpresa, pero rápidamente recuperó la compostura.
—Es un honor conocerla, Maestro Celestial Yu. Por favor, por aquí.
Mientras caminaban hacia el elegante coche negro que esperaba cerca, el señor Lin no podía evitar albergar dudas.
Esperaba a un exorcista más viejo y experimentado, no a alguien tan joven. ¿Realmente podría esta chica, que parecía apenas salida de la adolescencia, poseer las habilidades necesarias para salvar a la familia de su amo?
Conducían en silencio por las bulliciosas calles de la Ciudad A, el señor Lin lanzaba miradas furtivas a Yu Holea a través del espejo retrovisor.
Su expresión serena y su comportamiento confiado no coincidían con su apariencia juvenil.
Intentó apartar sus dudas, recordándose a sí mismo las recomendaciones brillantes que había recibido sobre sus habilidades.