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Qiao Zirui y Qiao Zifei no dijeron nada y sólo rodearon con sus manos las piernas de Yu Holea. Su intención era clara.
No querían que Yu Holea se fuera.
Yu Holea se sintió divertida y triste al mismo tiempo. Decir que no los iba a extrañar y que quería irse era una mentira.
Finalmente, la señora Qiao arrastró a Qiao Zirui y Qiao Zifei y dijo:
—Lea, si necesitas ayuda en algo, solo dímelo.
Qiao Heng, que había estado tratando de formar una frase durante mucho tiempo, dijo:
—Holea, si alguien intenta echarte de la familia Yu, simplemente regresa a la Mansión Qiao. Tengo muchas villas y puedes quedarte en una de ellas.
La señora Qiao le dio una palmada en el brazo a Qiao Heng. ¿Por qué es tan directo?
Yu Holea soltó una risita y asintió.
Finalmente, se despidió de todos con la mano. Especialmente del chico que la miraba con renuencia desde el primer piso de la Mansión Qiao.
Pronto, Yu Holea llegó a la mansión de Yu Sicong.